Jose María Prian, con estudios en Ingeniería Técnica en Informática de Gestión en la Universidad de Cádiz, Técnico Superior en Gestión Comercial y Marketing por la Escuela Europea de Oviedo y con un Programa de Dirección General (PDG) en el IESE Business School y con una amplia experiencia en el sector IT, aterriza en LCRcom para liderar el desarrollo de este nuevo canal de distribución IT
La digitalización en España se sitúa entre la media de la UE en prácticamente todos los indicadores, salvo en el comercio electrónico, donde nuestro país se sitúa en las últimas posiciones del ranking de los países de nuestro entorno. Estos buenos datos empeoran entre las empresas de menos de 10 empleados, que son la mayoría del tejido empresarial de este país. Por poner un ejemplo, en este segmento, solo el 10,34% de las empresas cuentan con un servicio cloud computing, mientras que en el segmento de 50 a 249 ese porcentaje se multiplica por cuatro. Este tipo de servicios que son básicos o sobre los que pivotar una estrategia de digitalización, tienen aún mucho recorrido entre las pymes.
Otro dato interesante es que el el 72% de los profesionales y pequeñas empresas afirman que necesitan de apoyo externo para desarrollar su proceso de digitalización. Aquí está la gran oportunidad para el canal de distribución de este tipo de soluciones y servicios. Las empresas españolas han buscado tradicionalmente en el canal de partners especializados las soluciones transformadoras para afrontar los diferentes retos que han ido enfrentando, y esta nueva situación derivada del COVID19 no será diferente.
No hay alternativa ni agujero subterráneo donde esconderse hasta que pase el temporal. Por desgracia la crisis actual golpeará de manera irremediable a todas esas empresas que no se adapten a tiempo y que no diseñen infraestructuras capaces de aprovechar al máximo la tecnología para dar continuidad a sus negocios y seguir en contacto con sus clientes.
La digitalización puede aumentar entre un 15% y un 20% la competitividad y la productividad de autónomos y de pequeños negocios, y ese porcentaje puede ser la diferencia entre sobrevivir o no.
En mi opinión, no han sido tanto las empresas como los empleados los que han sabido adaptarse al nuevo escenario y los que han demostrado que las personas son los principales motores de cambio en las organizaciones.
Tanto en el mundo laboral como fuera de él, hemos visto ejemplos de superación de adversidades y de velocidad de adaptación a los cambios, que quizás no nos sentíamos capaces de afrontar antes de la pandemia.
Ese enfoque y actitud ha permitido la transformación y adaptación de procesos y tareas, apoyados en herramientas tecnológicas y soluciones digitales que han favorecido la continuidad del negocio en circunstancias altamente excepcionales.
Por supuesto las empresas se han beneficiado de ello, moviendo recursos e invirtiendo sobre esas herramientas y soluciones que de mejor manera han ayudado a sus empleados a seguir generando valor a pesar de las dificultades, y deshaciéndose de costes que entorpecían la flexibilidad de las organizaciones. Hemos visto ejemplos de empresas que han invertido en dispositivos móviles o en aplicaciones en la nube para sus empleados, lo que se ahorraban de dejar m2 de oficina que no necesitaban.
Pero no nos engañemos, esto ha sido posible sobre todo en empresas donde ya se venía apostando por la búsqueda y retención de talento, y por el desarrollo de competencias digitales entre sus empleados. Esas empresas en constante movimiento siempre serán más ágiles para enfrentarse a los constantes cambios del entorno.
Lamentablemente las empresas que han quedado rezagadas por no actuar con la celeridad que demandaban las circunstancias, y que no han visto en aplicaciones y soluciones digitales los aliados necesarios para dotar a sus empleados de las herramientas necesarias para mantener la productividad y competitividad han sido eliminadas del ecosistema.
Si miramos en profundidad el tipo de empresas que mejor y más pronto adapta soluciones digitales a sus negocios veremos un denominador común: son sectores orientados al usuario final. Sectores como la banca, el retail o las telecomunicaciones han sido pioneros en usar las RRSS, plataformas y las aplicaciones digitales para comunicarse y fidelizar a sus clientes. Otro denominador común es la utilización del dato como fuente de información, y como núcleo central de su infraestructura TI en la nube para su conservación, clasificación y explotación.
Como he indicado anteriormente, las empresas y sobre todo las Pymes en España, cuentan con un canal de partners especializados y formados capaces de llevar la mejor de las soluciones a cada sector o industria.
Estos canales de distribución han sido canalizadores del cambio y de los nuevos servicios que han venido ofreciendo a lo largo de los años fabricantes y operadores tecnológicos.
Por tanto, estoy seguro que las Pymes de este país están siendo bien atendidas y asesoradas, y se les está ayudando en sus procesos de transformación hacia lo digital. Quizás debamos aumentar la velocidad de adopción para que las Pymes compitan en igualdad de condiciones que empresas más grandes, y no tengan que ir a rebufo. RRSS, Comercio electrónico, Big Data, Inteligencia artificial… suenen siempre como las grandes diferencias de las pymes para competir en igualdad de condiciones con empresas de mayor calibre, y quizás así sea para acceder a algunas soluciones de estas áreas por su volumen de inversión o especialización para llevarlo a cabo. Pero otras soluciones como herramientas colaborativas, infraestructura en la nube o espacios de trabajo digital que favorecen el teletrabajo son soluciones con poca inversión inicial y donde los beneficios son pronto visibles y medibles.
Leía el otro día en medios especializados que “el riesgo cero en ciberseguridad no existe” y creo que esta frase describe a la perfección el grado de exposición de las empresas a los ciberataques. El impacto económico de este tipo de ataques era mayor que el de cualquier otra actividad delictiva; supone 600.000 millones de dólares para la economía mundial, lo que se traduce en un movimiento de dinero mayor que el del narcotráfico.
Hoy en día, y cada vez será más, todo está permanentemente conectado y las empresas ofrecen a sus clientes vías de comunicación las 24 horas del día durante los 7 días de la semana por diferentes espacios y caminos. Si existe una vía de comunicación existe un riesgo, tanto si conecta la empresa con un cliente, un proveedor o un empleado.
Partiendo de esta premisa, que doy como acertada, creo que existen soluciones y enfoques para que los riesgos se minimicen. Diferentes soluciones de software y de hardware implantados en una organización pueden dificultar la capacidad de atacarnos de los cibercriminales y de acceso a nuestros datos y los de nuestros clientes. También, una necesaria formación de concienciación sobre ciberseguridad a nuestros empleados nos ayudará en nuestra estrategia de defensa y cerrará en parte esa brecha de seguridad que es el correo electrónico. Si a esto le sumamos una estrategia de backup y un plan frente a desastres, que nos permite conocer, y diseñar en consecuencia, el tiempo que podemos estar sin dar servicio (RTO) y la cantidad de datos que estoy dispuesto a perder (RPO), estaremos poniendo a salvo nuestro modelo de negocio y por tanto nuestra empresa. Todo esto que puede sonar a una gran inversión se ha democratizado con servicios de pago por uso y soluciones as a Service y son asumibles por cualquier empresa independientemente de su tamaño.
Creo que es una responsabilidad compartida. La empresa debe dotar a los trabajadores de los dispositivos, herramientas y soluciones necesarias para llevar a cabo sus tareas en tiempo y forma definidos. Esa definición en sí también es importante y necesaria, ya que el teletrabajo está permitiendo que los empleados puedan adaptar sus horarios para cumplir con una mayor conciliación familiar y la entrega de los objetivos y resultados esperados por la empresa. Es por tanto también responsabilidad de la empresa y de sus directivos comunicar, por las vías que demanden los trabajadores, de la estrategia y fases del plan de digitalización, para que todos los miembros de la organización se sientan parte del proceso y su involucración sea máxima. Y es fundamental e imprescindible que las empresas inviertan en la formación y desarrollo de las competencias digitales para favorecer la adopción de nuevas formas de hacer las tareas y procesos.
Pero como he comentado anteriormente, la responsabilidad es compartida, y sin duda alguna son las personas los máximos responsables del cambio, desde la cúpula directiva hasta cualquier empleado que acabe de aterrizar en la organización. Por más que automaticemos procesos, nuestro deber como empleados es exprimir y demandar el uso de herramientas y soluciones que mejoren nuestra productividad para que cada vez más, nuestra misión sean tareas de valor para las compañías, y tengamos las competencias necesarias para saber adaptarnos a cambios y novedades que debamos afrontar.
Quizás estas competencias digitales junto con las de emprendimiento sean las que las empresas deban afanarse por desarrollar entre sus empleados para un mundo cada vez más competitivo, global y cambiante.